30 octubre 2007




ODA A UN CURA ROJO

Día a día por las calles de tu pueblo, oías, “buen día, señor cura”

Todos parecían que te respetaban y querían, tú querías pensar que no era por ser un representante de Dios, sino por lo que por ellos hacías.

Consuelo y consejo les dabas aunque supieras que muchas veces mentías, pero que remedio tenias en aquella España.

Siempre en pecado, para solventar sus dudas y problemas. No podías entender las palabras de los que te enseñaron. Aquellos dictados que te dieron ministros del señor, con lujosas sotanas y los que más, con la panza bien llena.

¿Cómo podías, repetir aquellas frases que te enseñaron, a tus feligreses?

No podías hacer que se sintieran el ser mas inferior de la creación, aumentar su infelicidad, fuera culpa de Dios o de los hombres.

Cuantas dudas de fe dejaste a un lado, porque por ser “el señor cura” te permitía ayudar a tus semejantes. Tu condenación, importaba poco, a cambio de “salvar” a los demás de su mísera existencia.

Pero ¡Oh Dios!, cuando todo se ataba con alfileres, todos se volvieron locos. Hermanos matando hermanos ¿por qué?, ¿para que había servido condenar tu alma?, ¿qué mal maestro habías sido, que ni la paz les había inculcado?

Baldía labor la mía, pensabas cuando llamarón a la sacristía. Tras la puerta, los hombres que te decían día a día “buen día, señor cura”, te llevaron a un rincón en nombre de Dios y de España, y allí como tu pediste, mirándoles a la cara te fusilaron.

Y no fue por valentía que los quisiste mirar a la cara, pues como hombre, miedo estabas sintiendo, solo querías que en tus ojos no sintieran el rencor que en su corazón ellos sentían.

Desde el suelo oíste “otro cura rojo menos”

Años después y desde tu cielo, has visto como se siguen olvidando de ti.

Los ministros de lujosa sotana y de panza bien llena seguían ahí, beatificando a 498 “mártires”. Y a ti y los que como tu murieron no. No porque según ellos, nadie había solicitado que así fuera.

Los nacionales porque te mataron y los rojos por no creer en Dios, aunque todos algún día acudieron a ti, buscando ayuda.

Sé que esto te debe haber consolado, porque te has dado cuenta que estabas en el “camino” y porque sabes que algunos sentimos tu última mirada, o como hombre o como “señor cura”.
“Buen día, Señor Cura, Buen día”