23 febrero 2011

UNA HOJA DE MI DIARIO. 23-02-11


Iba a ser un día normal me levante pronto para ir al instituto, sobre las 7:30, las clases transcurrieron de forma normal. Tenía 17 años y mi preocupación por aquellos tiempos era sacar las mejores calificaciones posibles. Aprovechar las clases era garantía de poder disfrutar los fines de semana, mi segundo objetivo.

La preocupación de mis padres era bien distinta. La situación económica del país era complicada, durante la transición muchas empresas habían cerrado y la conflictividad laboral era altísima. La amenaza del paro era tan real como ahora, de hecho mi padre había pasado por la oficina de desempleo y gracias a su prestigio laboral consiguió salir de la cola del paro. Como ahora, para poder comer y afrontar los gastos de una familia en muchas ocasiones el trabajo era sumergido o bajo unas condiciones leoninas.

La comida transcurrió con tranquilidad aunque imagino que en la mente de mi padre no habría mucha. Como siempre teníamos la costumbre de ver el Telediario y comentar las noticias. Aquel día el tema principal era la votación para investir a Leopoldo Calvo-Sotelo presidente de un nuevo gobierno tras la dimisión de Adolfo Suárez, el resto de las noticias giraban sobre la crisis, las acciones asesinas de ETA y algunos movimientos de descontento dentro del ejercito. Estas causas habían motivado la dimisión de Suárez.

Mi padre iba a visitar a un cliente en Torrente y yo volví a las clases de la tarde.

Recuerdo la sirena del final de la ultima hora, tenia ganas de llegar a casa hacer las tareas y por fin dedicarme a oír música o a leer un rato. No imaginaba que el destino nos iba a deparar una tarde muy distinta a lo deseado.

Llegue a casa y lo primero que hice fue merendar. Después en la salita de casa me dispuse a estudiar, como siempre con la radio de fondo. Serian las 18:30 cuando empezaron las votaciones. Al rato la voz del locutor cambio radicalmente lo que atrajo mi atención. Era entrecortada y fatigada, algo estaba ocurriendo. Las frases todos las sabemos: “Un teniente de la Guardia Civil acompañado de unos números esta entrando en el hemiciclo…”, “Todo el mundo al suelo”, disparos de pistola y alguna ráfaga de ametralladora, “Apaga eso o te mato” se oyó decir a un Guardia a uno de los técnicos.




Recuerdo que tenía en la estantería un ejemplar de la constitución, aquella que repartieron entre los españoles cuando su aprobación en referéndum, la cogí y espete “¡Vaya mierda!, si que has durado poco y allí la deje caer”




Luego: “Mama, mama, VEN”, le conté lo ocurrido. A continuación mi madre localizo a mi padre en la tienda de su cliente. Escuchando a mi madre pude entender que ellos no daban crédito a lo que ella les contaba. No me extrañaba yo lo había oído en directo y tampoco podía creérmelo. Lo que había comenzado como un mero tramite parlamentario no sabíamos como iba a terminar.

Acto seguido mi madre me ordeno acompañarla al “ultramarinos” de bajo de mi casa. Y aquí viene lo que mas me quedo marcado de aquel nefasto día.

Apenas media hora de lo sucedido y las estanterías ya estaban medio vacías. Mujeres y hombres corrían por los pasillos en busca de alimentos que almacenar. El miedo estaba en el rostro de todos, casi diría el pánico. La sombra de la Guerra Civil volvía a ocupar la mente de todos, el hambre y la muerte parecían acecharnos a todos. Todos independientemente de su ideología política tenían MIEDO.

Por eso me da ASCO cuando nuestros políticos intentan resucitar aquellos fantasmas en pro de sus intereses. Están jugando con el miedo y el sufrimiento que los españoles padecieron. ES RUIN Y RASTRERO. Además inculcan y fomentan el odio entre las generaciones que nada de aquello vivieron. Siempre que llegan unas elecciones Franco es resucitado y nuestros políticos se convierten en vulgares terroristas utilizando el MIEDO como arma. Eso ES TERRORISMO DE ESTADO.

Yo vi aquellas caras y no las podré olvidar nunca. Solo espero que mis hijas no las tengan que ver nunca.

A los pocos minutos de volver con el avituallamiento llego mi padre. Ordeno bajar las persianas y prohibió que nos asomáramos a las ventanas bajo ningún concepto. “El toque de queda” no era ninguna broma.

Cenamos muy poco pero no por el racionamiento, la verdad es que Tejero nos quito el apetito.

Recuerdo que me acosté muy tarde escuchando el “transistor” esperando los partes que de vez encunado nos ponían al día. Era poco tranquilizador saber que en Valencia los tanques estaban en las calles, en el puerto y en el aeropuerto. Mi madre cayo rendida en el sofá y allí paso la noche, mi padre a su lado velo nuestro sueño sin despegarse del transistor.




"Estos arboles en la confluencia de dos avenidas fueron 
testigos mudos del paso de los tanques por la ciudad"

Afortunadamente con el amanecer todo se fue arreglando y la estabilidad se fue restableciendo. Algo parecía haber cambiado, “rojos y fachas” habíamos vencido a otro “levantamiento” sin derramar ni una gota de sangre. Tristemente a fecha de hoy parece que no hemos aprendido nada.

Hoy en día muchos hemos dejado de creer en las ideologías, las vemos como demagogia orientada a esclavizar voluntades y nublar la razón. Dividir en mundo en blanco y negro supone haber avanzado muy poco. Nada ni nadie tiene el patrimonio de la verdad o empezamos a mezclar colores o nunca nos acercaremos a ella.

Así fue como viví y recuerdo ese 23 de Febrero 30 años después.

SALUDOS Y VIVA LA LIBERTAD.