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05 mayo 2008

AVENTURA EN EL METRO.



Era una tarde de finales de Abril, soleada y con una agradable temperatura primaveral. Había cogido el metro a las 16:47. Tenía suerte, nada más entrar, sitio libre.
Tome asiento, estaba cansado, me había levantado a las seis de la mañana y casi todas las horas de pie, se añadía la somnolencia de la digestión.

Al sentarme me acorde del inepto que diseño los asientos. No hay forma de coger la “posturita” para estar cómodo, salvo que estés gordito. Pensé, este tipo se salto las clases de ergonomía, seguro que cobra un sueldo de narices y viajara en un Mercedes.


Después de unas paradas y sumido en mis pensamientos, dejamos el subsuelo y salimos al exterior, ya fuera de la ciudad.


De forma casi inmediata, se nubla el ambiente y pienso, “joder que modorra, veo borroso”. Pero otro sentido, el del olfato, me saca de la confusión. Se añade un olor a chamusquina eléctrica.


Algún pasajero empieza a toser, algunos reaccionamos pues el conductor no se da por enterado.
Alguien dice, rompamos un cristal. Le hacemos caso ya que es el único que se ha tomado la molestia de dar una idea rápida.


Nos ponemos a buscar el clásico martillo para romper la ventana de emergencia. No lo encuentran.


Yo no me muevo. Sabía que lo había visto en algún sitio, uno de esos días que vas aburrido y lees todos los cartelitos del vagón, hasta los “made in” de los componentes del metro. Pienso rápido, pues el humo empieza a molestar.


De pronto y ante el asombro de los asustados viajeros, rompo a reír a carcajada limpia. Algunos piensan que es motivo de los nervios, pero no. Sencillamente acababa de recordar donde estaba el martillito de marras y la leyenda que lucía en el.



Todos siguen mirando incrédulos mi reacción y como única respuesta digo “lleva alguien un martillo” y señalo hacia el techo con mi dedo índice. Todos dirigen la mirada en la dirección que les señalo.





En ese momento, todos se quedan sin palabras. Seguro que algunos empiezan a comprender mi reacción. En la intersección del techo con la pared del vagón se encuentra el dicho artilugio que será el responsable de nuestra salvación. En esta imagen podéis verlo.


O sea, el martillo que rompe los cristales está detrás de un cristal ¿¿¿…???,


y no solo eso, sino que además esta alto (como a 1.80 o 1.90 m. del suelo), con el coge manos a unos 20 ó 30 centímetros del dichoso cristal. Yo con la mano no, desde luego, con el pie no llegamos ninguno y con las suelas de goma colgándonos, no hay espacio para romperlo. Vemos a una señora con unos preciosos zapatos de tacón, pero dice que no, que son italianos y le han costado 200 €.



Todos están perdiendo los nervios. No es mi caso, prefiero pensar y buscar otra solución. Me doy cuenta que me he dejado llevar por la situación. Hay algo que siempre había deseado hacer y nunca había tenido la oportunidad.



La famosa “Palanca roja” de emergencia de los trenes, siempre quería saber que ocurría si la accionaba.


No dije nada, no quería que nadie me robara ese momento de dicha, quería ser yo el que accionara la dichosa palanquita roja y saber, por fin, lo que iba a ocurrir. Además, el humo ya era denso y hacia el aire irrespirable.



En ese momento, oí una voz grabada, con sonido metálico que decía “Próxima parada Meliana”.


De pronto, me oí a mi mismo decir “hostia que me paso”. De un salto me plante ante la puerta y entonces si me pareció que algún pasajero esbozaba una sonrisa en su boca.



Baje titubeante al andén de la estación, “argg que dolor de espalda” y volví a acordarme del imbécil que había diseñado los dichosos asientos y por supuesto del inútil que había diseñado el sistema de seguridad, ese no se había saltado ninguna clase, ese ni había ido el mamón, seguro que saco el titulo por correspondencia.



Aunque realmente lo que más me fastidio fue la voz metálica que salía del altavoz. Ella y solo ella, había frustrado mi más vieja ilusión desde que subí a un tren. Tirar de la palanca roja.



Encogí mis mal trechos hombros, y dirigiéndome a mi trabajo pensé: otra vez será.



MORALEJA, para viajar seguro en el metro, lleva contigo un martillo para romper el cristal y acceder al martillo rompecristales.


Saludos.