Hola a todos, hoy eran las 15:45 cuando iba a la parada del metro para ir al trabajo. Iba pensando que con el buen día que hacia debía relajarme un poco. La semana había sido muy convulsa en noticias y ya me había desahogado bastante en el blog.
Al llegar a la altura del “Parque del Oeste” decidí atravesarlo, se oía el canto de los pájaros y el murmullo de las fuentes, y lo mejor, estaba casi desierto; era el entorno ideal para encontrar unos instantes de paz antes de sumergirme en las entrañas de la ciudad (realmente pensé en los intestinos).
Empecé a pensar en los ciber cabreos de estas últimas semanas y decidí buscar soluciones a algunos de nuestros problemas cotidianos.
En unos pocos metros una hostia visual me golpeo y me devolvió a la realidad por unos instantes. Dos personas dormían acurrucados en sendos bancos. Esto me trajo a la mente las 800.000 mil familias que tienen todos sus miembros en el paro o en los casi 4.000.000 millones de desempleados. Me sentí afortunado. Tengo trabajo, me pagan bien y encima a gusto. No pude evitar sentir un escalofrío de… ¿miedo?, ojala mi familia no llegue a esa situación.
Pensando en la crisis llegué a las canceladoras de la estación. ¡LECHE! Casi paso la VISA en vez del bonometro, pensé: “Carlitos que hábitos más malos estas cogiendo”, ja, ja, ja.
Sentado en el vagón empecé a pensar en esas soluciones, para acabar con la crisis del ladrillo, primero embargaría los bienes fraudulentos de tanto golfo político que anda suelto. Con ese capital contrataría a todos los obreros posibles para construir cárceles donde luego meter a esos golfos.
A los jueces, ¡AY! Los jueces, que pena. Primero les dotaría de todos los medios de los que no disponen, que cierto es. A continuación sus sueldos serian a comisión, como miles de españoles, al fin y al cabo, los jueces no son seres especiales. Tantos juicios, tanto cobras. Seguro que se desatascaba la justicia, además para la mierda de sentencias a las que nos tienen acostumbrados no hacen falta alforjas. Al menos todo iría más rápido.
A los políticos, ¡AY! Los políticos, que agonía. A estos les pondría un “Sueldo Digno”, y digo digno; no abusivo como ahora. Sus bienes fiscalizados desde el primer euro al último, incluidos sus familiares. Así demostrarían la vocación y el amor al servicio público, y si no les interesa que se queden…digamos en su casa.
Ya no tuve tiempo de mas, una voz metálica de señorita me saco de mi abstracción: “Próxima parada Meliana”, la mía.
Solo me quedaba pensar en la cervecita que me iba a tomar cuando terminara mi jornada laboral. Una, como la que me estoy tomando ahora a vuestra salud.
Prometo volver con más soluciones fantásticas, ja, ja, ja.
Saludos.